El 13 de diciembre de 1944 era un día que Lupe Vélez había planeado con esmero, su mansión en Beverly Hills ya no era lo suficientemente grande como para contener todo el vacío que había acumulado a lo largo de 36 años, la fama y la gloria rara vez son buena compañía, sobre todo si se intenta imaginar el futuro, y aparece la nada, esa espantosa sensación de que no hay algo más por buscar, que todo ha terminado. Lupe se aseguró que su cama estuviera cubierta de flores y rodeada con velas, por la mañana depiló minuciosamente su vello púbico en forma de corazón y cuidó cada detalle para que la fiesta de esa noche fuera la mejor de todas cuantas había hecho. Esperaba que la escena final de su último día resultara hermosa, teatral y conmovedora, pero no fue así.
María Guadalupe Villalobos Vélez nació el 18 de julio de 1908 en San Luis Potosí, México, era hija del general Jacobo Villalobos Ortiz y de Josefina Vélez, supuesta cantante de ópera convertida en prostituta. El padre, que tenía una incontrolable afición por las mujeres, pronto abandonó a su familia, Lupe y sus dos hermanas tuvieron que dejar el colegio de monjas donde asistían para mudarse con su madre a la Ciudad de México. Ahí se mantuvieron a duras penas viviendo en un sórdido cuarto de hotel, Lupe conoció durante toda su infancia el látigo de la miseria, hasta que siendo adolescente consiguió trabajo de cajera en una empresa.
Entonces descubrió su primera vocación artística: el baile, aunque su rostro no era de una extrema belleza poseía un cuerpo atractivo y una personalidad firme, así que convenció a sus hermanas de formar un trío para presentarse en teatro, sin embargo, tras varios intentos fracasaron al no ser aceptadas por el público. Lupe siguió en su labor burocrática sin descartar jamás el convertirse en una artista renombrada, se aplicó a conocer personas vinculadas con el espectáculo hasta que consiguió un papel en la revista musical «Rataplán» en el Teatro Iris, hoy Teatro de la Ciudad.
Así, actuó en varias obras afrancesadas que se montaron en los teatros Principal y Follies, ella tenía 19 años cuando Hal Roach, manager de Stan Laurel y Oliver Hardy (el gordo y el flaco), le propuso ir a probar suerte en Hollywood. Empezó con breves apariciones en cortos de estos famosos cómicos, para después protagonizar su primer largometraje al lado de Douglas Fairbanks en «El Gaucho», luego vino «La Canción Del Lobo» donde hizo pareja con Gary Cooper.
El matrimonio con Weissmuller, como sucedió con sus anteriores parejas, estuvo lleno de altibajos pasionales y escándalos públicos que poco a poco mermaron la entereza de Lupe Vélez, y originaron que se divorciara del actor en 1939. Precisamente en ese año, la estrella de la «Mexicana Explosiva»( como le llamaba la prensa de espectáculos) estaba opacándose tan rápidamente como emergió, y la actriz estaba cayendo en una oscura depresión.
Lupe Vélez entonces creyó que si su vida había escapado de control, al menos podría decidir sobre su muerte; ese día invernal del 44 estuvo departiendo con sus amigos en un animado sarao, pasaba de la euforia a una lánguida melancolía, los invitados atribuyeron los cambios de carácter a la gran cantidad de champaña que la actriz había bebido. Mientras cenaban, Lupe buscó un pretexto para ausentarse y subió a su habitación, allí se desnudó, encendió las velas y verificó que la disposición de los pétalos y flores que estaban esparcidos sobre el tálamo fuera la adecuada. Se recostó, puso a su lado la carta que había escrito a su amante y después consumió una gran cantidad del tranquilizante Seconal. Todo estaba dispuesto, mientras su cuerpo se entumecía imaginaba el momento en que se descubriera su cadáver, debía lucir hermosa, como una princesa dormida, con un corazón entre las piernas porque el otro ya lo había perdido hacía largo tiempo.
Hoy Lupe Vélez está casi olvidada, acaso se le menciona en una vaga anécdota para ejemplificar la sórdida ironía con que el destino puede tratar a quien a ojos de los demás parece tenerlo todo. Quizá ella hubiera cambiado las candilejas y el oropel por una vida simple pero feliz, la paradoja es morir por amor sin amor. Lupe conocía perfectamente la nada, esa espantosa sensación de que no hay algo más por buscar, de que todo está terminado. El vacío de su corazón ya no cupo en su mansión en Beverly Hills.
Alguna vez el escritor Thomas Hardy dijo haber visto en el tren a una desconocida muchacha «De una belleza perturbadora, esa belleza que sólo puede hallarse en las personas que casual y brevemente encontramos por la calle, y nunca entre propios y conocidos ¿de dónde viene? ¿a dónde va? ¿acaso alguien llega a conocerla?».
Lupe Vélez pudo ser esa muchacha.